EL PROFESOR... ¿IDEAL?




A lo largo de la historia, la literatura, el cine y la televisión nos han mostrado multitud de profesores, a cada cual más variopinto que el anterior. A algunos se les recuerda con cariño y nostalgia, como ejemplos de lo que es un buen profesor, mientras que otros reflejaban, hasta cierto punto, qué no se debía hacer en un aula. Buceando en el baúl de los recuerdos (de la Piquer en versión castiza) aquí os dejo alguno de ellos.

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Albus Dumbledore y Severus Snape

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Merlí Berguerón. Merlí


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Elizabeth Halsey. Bad Teacher


Historia de una maestra
Historia de una maestra. Josefina Aldecoa

Para poder llevar a cabo esta publicación es necesario tener en mente que, puesto que cada uno de nosotros somos individuos independientes, habrá miles de versiones sobre lo que un profesor ideal debería ser.

Sin embargo, en mi grupo hubo bastante consenso, y terminamos con una laaaaaaarga lista de qué habilidades y cualidades creíamos que, en una realidad utópica, debería tener un profesor. Porque, reconozcámoslo, alguien tan perfecto es imposible que exista y

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Desde el punto de vista de la persona, considero que un buen docente tiene que ser positivo, paciente, amable, entrañable, divertido pero firme, accesible, cercano. Vamos, el equivalente del chocolate más dulce y que menos engorde. Sería genial que fuese una persona que hiciese sentir a los alumnos cómodos en el aula, que mantuviese su autoridad sin crear excesivas barreras que hiciesen muy difícil la convivencia en el aula. Alguien en quien los alumnos pudiesen confiar, teniendo en cuenta que, en ocasiones, pasan con ellos más horas de las que pasan los miembros de su familia. Alguien implicado con su materia y con sus estudiantes. Que vea en ellos personas, y no números que se acumulan en su cuenta bancaria.

En cuanto a sus habilidades y capacidades, considero que tiene que ser una persona honesta, con predisposición, apasionado de lo que hace y de por qué lo hace, capaz de empatizar con sus alumnos, sus familias y el resto del mundo educativo, equilibrado en gran medida (¡qué sería de nuestra vida sin esos momentos de locura transitoria!). Debe estar dispuesto a aprender no solo de sus semejantes, sino también de aquellos a los que enseña. Debe mantenerse en constante formación, sin perder la ilusión por una profesión que exige tanto y que a la vez es tan agradecida. Sería conveniente que fuese buen comunicador y que supiese transmitir conocimientos y valores. De nada sirve ser el mayor experto en un campo si no eres capaz de hacérselo entender al resto del mundo. No le vendría mal un poco de creatividad, ya que vivimos en un mundo en constante evolución y los chicos cada vez saben más. Por último, no estaría mal si tuviese vocación por lo que hace, aunque, sinceramente, no lo considero LA CUALIDAD por excelencia de un profesor. Además, ¿qué es vocación? ¿Cómo se refleja esta? No todos identificamos esta noción con los mismos valores.

Dicho lo cual, lo natural sería coger las maletas y abandonar este barco llamado Máster porque viendo la descripción de ese “profesor ideal” creo que cumplo entre un 50 y un 60% de los requisitos. Tendré algo de fe en que muchas de estas cosas se van aprendiendo conforme uno va viviendo.


Después de todo, vivimos en un mundo real, no en una utopía.

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Comentarios

  1. Hola Isabel! Recuerdo que trabajamos juntas en esta actividad y estoy de acuerdo contigo en todo lo que dices. Creo que no existe el profesor ideal, pero cuantas más cualidades y capacidades personales y profesionales tenga, mucho mejor para los alumnos. No te preocupes si no tienes toooodas esas cualidades que enumeramos en clase, seguro que a medida que vayamos ganando años de experiencia iremos subiendo ese porcentaje de requisitos. Un abrazo!

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