La orientación en el sistema educativo



Hoy en día, la tecnología invade todo nuestro mundo. Pero, como bien sabemos, esta no es infalible. De ahí que no haya podido acceder al dominio de "orientared". 

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Por este motivo, he decido dar un pequeño giro a esta publicación y compartir con vosotros mis reflexiones en torno al tema de la "orientación".
Una no puede negar lo que es ni luchar contra su naturaleza. Motivo por el cual, lo primero que pensé fue "¿cómo definimos orientar a alguien?". La RAE, siempre al rescate, me dio la respuesta: 
  • Dar a alguien información o consejo en relación con un determinado fin.
  • Dirigir o encaminar a alguien o algo hacia un lugar determinado.

Luego, es un proceso bidireccional. En el ámbito de la educación, el alumno tiene que estar dispuesto a escuchar propuestas y a valorarlas, algo que, debido a la edad en la que se encuentran en secundaria, no siempre se da. Con frecuencia, en esa época no quieren ni el consejo de sus padres ni el de sus profesores, figuras de autoridad contra las que sienten la necesidad de rebelarse. Prefieren confiar sus inquietudes y sus ideas a sus amigos, quienes actúan como apoyo y válvula de escape. A ellos les dicen que quieren ser peluqueros, pero que sus padres quieren que estudien medicina porque "con una carrera tendrás la vida asegurada" o que les gustaría estudiar ciencias, pero todo el mundo les dice que vayan por letras porque "los números no son lo suyo". 

Desde el punto de vista del centro, estos tienen que estar preparados para lo que supone orientar a chicos de 15 o 16 años que tiene que tomar decisiones trascendentales para su vida en un momento en el que decidir la ropa que se ponen ya es una decisión de vida a muerte. Un docente puede orientar con el mero hecho de estar implicado con su clase y con su asignatura. Hace más un profesor que consigue que te enamores de una disciplina que mil reuniones con el equipo de orientadores o los comentarios de los padres. Porque genera en los alumnos una chispa que, si se deja ser, termina por derivar en una pasión.

Reconozco que aquí no soy muy objetiva y, para qué negarlo, me encanta la polémica. No soy una gran defensora de los orientadores. Hala, ya lo he dicho. Vayan cogiendo turno para rebatirme. Por mis experiencias pasadas y las de algunas personas que me rodeaban, no tengo confianza en estos profesionales. Quizá porque eran "de la vieja escuela" o porque, simplemente, no sabían muy bien como desempeñar su labor. Y os pongo en situación. 
Chica de 15 años con un domino y una pasión por el inglés muy alto. Tercero o cuarto de la ESO, reunión con la orientadora. 
-¿Qué te gustaría estudiar cuando acabes bachillerato? 
-Algo relacionado con el inglés.
-Pero... ¿tú estás segura de poder hacer una carrera en inglés? Tienes que tener muy buen nivel de inglés...
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-¿Acaso te has leído mi expediente académico?
-Bueno, lo cierto es que no. No suelo mirarlos. Prefiero hablar contigo y que me cuentes.
-Me voy a ir marchando, viendo lo visto...

Cambio y corto. Fin del recuerdo. ¿Qué profesional se atreve a aconsejar y juzgar sin conocer? Si yo en aquel momento hubiese estado perdida, desde luego que con esta señora no me habría encontrado. Ya sé que generalizar está mal y que no todos son como ella, pero un recuerdo así marca. 

Quiero tener fe y esperanzas en que ahora y en el futuro no habrá más "profesionales" como la que yo conocí. Que habrá docentes y orientadores especializados en el tema y que tratarán de facilitar a sus estudiantes la dura tarea de planificar su vida cuando apenas han comenzado a vivirla. Personas que se implicarán y que querrán conocer a sus estudiantes, saber de su vida, conocer sus capacidades así como sus debilidades, que no harán una recomendación general basada en lo que le conviene a la mayoría.


No sé si algún día me veré en la situación de tener que responder a las dudas existenciales de un estudiante que solo busca no equivocarse con sus elecciones. Pero sí es así, estaré ahí para él o ella, de la manera en la que me hubiera gustado que hubiesen estado para mí. 

Como reflexión final, seamos la brújula con la que ellos traten de encontrar su sitio, pero sin olvidar que nuestro norte, nuestra visión de las cosas, no tiene que ser ni la única posible ni el correcta por antonomasia.
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