¿INVESTIGACIÓN? ¿EN EDUCACIÓN? ¿ESO QUÉ ES?
Cuando escuchamos la palabra “investigación”
automáticamente nuestro cerebro nos lleva a pensar en ciencias. En las de los
números y los bichos: investigación sobre el cáncer de mama, investigación en genética,
investigación sobre el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero…
Y así un largo etcétera. Pero nadie piensa que, en las ciencias sociales, en
las de letras, la investigación también existe. Y es muy necesaria (aunque para
los políticos de turno esto sea irrelevante y los fondos destinados a ella sean
irrisorios).
Por mi formación conozco y he
trabajado en la investigación lingüística. Que para alguien ajeno a este campo puede
resultar innecesaria, pero para mí es fundamental y un campo de trabajo al que,
desde luego, no le digo no.
En cuanto a la investigación en educación
estoy algo más verde. Conozco grandes estudios y publicaciones en las que se
recogen los últimos cambios que se han producido en los sistemas, enfoques y
metodologías. Por ejemplo, la evolución desde el enfoque tradicional en la enseñanza
de segundas lenguas al enfoque comunicativo basado en el aprendizaje por
proyectos o el establecimiento de diferentes niveles de dominio gracias al
Marco Común Europeo de Referencia del 2001.
Si me diesen la oportunidad ahora
mismo de investigar en alguna disciplina relativa a la docencia, creo que me
centraría en trabajar e incentivar la motivación en los alumnos.
El sistema educativo tiene que
partir de la base de que los jóvenes no acuden a los centros de enseñanza por
voluntad propia (generalmente) sino por una imposición de sus familias que buscan
cumplir la ley. Esto genera en muchos de ellos desmotivación porque, seamos
francos, ¿quién no prefiere levantarse a las 11 de la mañana, ver la tele,
comer tranquilamente, salir a dar una vuelta y tirarse a ver Netflix durante horas
a pasarse la mañana con el culo pegado a una silla aguantando a uno u otro
profesor y al llegar a casa seguir igual con los deberes? No podemos culparles
(no por todo, al menos).
Un aspecto que creo podría
mejorar la motivación de los alumnos es que estos fuesen partícipes de la
creación y el diseño del currículo que van a tener que trabajar durante el año.
Obviamente, y de acuerdo con la ley, hay una serie de contenidos que deben tratarse
en clase. Pero estos pueden relacionarse con cosas que pueden proponer los
estudiantes y por las que se sienten atraídos. ¿Por qué no se tiene en cuenta
su opinión y se les pide que participen y hagan suyo ese currículo? Por
ejemplo, el temario de Historia de España relativo al período de los Reyes
Católicos puede trabajarse a través del visionado de la serie Isabel en lugar
de recurrir a un libro de texto o fotocopias. ¿Están viendo la tele? Sí. ¿Están
aprendiendo? Sí. ¿Aprenden a ver la historia como algo vivo, cercano a su
realidad y no como una sarta de eventos históricos destinadas al olvido una vez
pase el examen? Desde luego. ¿Les resulta más dinámico y útil? Sinceramente,
creo que sí. ¿Supone más trabajo por parte del profesor? No lo niego, pero la
recompensa puede ser muy alta.
Otra manera en la que creo que
puede motivarse a los alumnos es a través de la propia motivación de los
profesores. Con frecuencia, como ya mencioné anteriormente, se culpa a los
alumnos de todos los males del sistema educativo, y esto no siempre es
acertado. Estos, como seres sociales que son, responden ante estímulos. Si su
profesor se preocupa por la clase, sabe cómo transmitir su disciplina, dedica
su tiempo a lo que hace y se implica con los alumnos, estos responderán de la
misma manera. ¿Por quedar bien? ¿Por respeto? ¿Por demostrar que valoran el
trabajo que está desempeñando? Quien sabe. Porque querrán parecerse a ese
docente, o, quizá, reconocerán los beneficios que pueden extraer de su
enseñanza de cara a su vida personal. Os dejo por aquí un artículo que recoge
esta idea y que me parece interesante en este punto del curso en el que
estamos.
Por último, resultaría
interesante y muy necesario investigar sobre las dinámicas y los planteamientos
educativos que se llevan a cabo en el aula. Una clase al más puro estilo
tradicional “profesor autómata con verborrea sobre un tema determinado” vs. “estudiantes
escultura que copian, retienen y escupen en el examen” es imposible que resulte
atractiva para los jóvenes especialmente. Enfoques recientes como el
aprendizaje cooperativo o el aprendizaje por proyectos rompen con ese estilo de
enseñanza anquilosado y permiten al alumno HACER COSAS y no solo APRENDER SOBRE
COSAS. Con ello, estos se sienten partícipes de cambios reales, son protagonistas
de su propio aprendizaje y esto les motiva a mejorar, a querer aprender, a
desarrollar sus inquietudes y a trabajar sus destrezas de cara a mejorar sus
habilidades y capacidades.
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