Estado de la eduación: ¿nos vamos a pique o saldremos a flote?
En esta publicación, trataré de dar mi
visión sobre si es necesario mejorar la formación y, por consiguiente, la valoración
social del profesorado, y, en caso de ser así, qué mediadas podrían y deberían
llevarse a cabo.

En primer lugar, el acceso a unos
estudios de tan vital importancia como son los de educación, en cualquiera de
sus ámbitos y niveles, deberían ser mucho más exhaustivos. Considero que
superar una prueba de nivel, como puede ser la selectividad (por mucho que lo
intente, mi cerebro se niega a utilizar EBAU. ¿Me estaré volviendo una carca?)
no es un verdadero filtro. O, al menos, uno que de verdad funcione. Considero
que es necesario elevar la nota de corte que da acceso a estos estudios, puesto
que un mero 5 desvirtúa el valor de estos estudios y favorece la idea de “bueno,
si no entro en lo que a mí me gusta de verdad, pues me voy a Magisterio y apañado”.

En relación con el punto anterior, resultaría interesante una entrevista
de tipo personal antes de confirmar el acceso a estos grados, al estilo de lo
que ocurre en otros países como Finlandia o Estados Unidos.

Algo necesario sería redistribuir la
carga de trabajo a la que hacen frente los profesores. Y no solo hablo de lo
estrictamente docente, sino también toda esa “burrocracia” que puede llegar a ser
abrumadora.

Otra herramienta positiva no solo para los profesores que se estrenan, sino para todos, sería una mayor relación entre el profesorado que incluya "visitas" a las clases de los compañeros. Deberíamos dejar atrás esa idea de "mi clase, mi territorio". Otro par de ojos pueden ver detalles que nosotros pasamos por alto, pueden darnos consejos y críticas constructivas de los que aprender y pueden mejorar tanto nuestras técnicas de enseñanza como nuestro papel en la clase. Algo como esto ocurre en países como Finlandia y Reino Unido y resulta muy positivo tanto para el profesor como para el resto del departamento.
Por último, que el profesor recupere su
estatus, no tanto de poder, si no de importancia con respecto a la sociedad. Vivimos
en una sociedad que tiene en alta estima a médicos, científicos, arquitectos,
intelectuales y algún que otro rostro televisivo de reality, pero que olvida que todos
ellos, en mayor o menor medida, han llegado hasta donde han llegado gracias a sus
maestros.
Esto son apenas unas pinceladas que podrían marcar la diferencia. El futuro está en manos de las
futuras generaciones. Y nosotros somos los encargados de dar forma a esos cerebros
y de ayudarles a ser unas personas cargadas de valores y de conocimientos mucho
antes de que se conviertan en los nuevos Gates, Zuckerberg u Ortega.
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