El jardín de los senderos que se bifurcan
El jardín de los senderos que se
bifurcan de Jorge
Luis Borges
¿Quién soy yo? ¿Cómo soy? ¿A qué
dedico el tiempo libre? Simples preguntas con una no tan simple respuesta. Tendríamos
que bucear en muchas disciplinas para poder dar una definición completa, y,
siendo sinceros, no creo estar preparada para enfrentarme a ella. Por ello, he decidió
enfocar estas preguntas de una manera más sencilla.
Soy quién soy y estoy donde estoy por
una serie de acontecimientos que han hecho decantarse la balanza de mi vida
hacia unos caminos y no hacia otros. Como si de escoger dentro de un laberinto
se tratase mi vida. Y aquí van algunos de esos “cruces” en los que tomé las
decisiones culpables de que hoy esté donde esté y sea quien soy.
Empezaremos con algo que quizá os
haga pensar “¿y qué haces aquí estudiando esto? Y tendrías razón. Yo me he
hecho esa misma pregunta miles de veces. Según va creciendo, uno va almacenando
recuerdos. Y uno de los primeros que creo que todos tenemos es ese que refleja
la siguiente situación:
Varios niños y varios
padres (o cualquier otro miembro de la familia). Pregunta con voz similar a la
de un muñeco animado diabólico con la que los adultos se dirigen a los niños: Y,
cuando seas de mayor, ¿tú que quieres ser? Mi respuesta nunca era positiva,
sino negativa. “No sé, pero profesora no”. (Guardad los cuchillos, era
joven e inocente).
Debido a una extraña afición a un
deporte tan poco “atractivo” por aquel entonces como lo era la Fórmula 1, mi
respuesta cambió ese no sé por un quiero ser ingeniera aeronáutica
para trabajar ahí, en el pit lane. (De nuevo, joven e ilusa). Esta idea se
mantuvo hasta que, en el instituto, descubrí lo que de verdad implicaban la
Física y la Química. Y cómo olvidar ese doloroso en aquel momento, pero
acertado comentario de mi profesor Félix. “Isa, si quisieras, podrías sacar
una carrera de ciencias. Pero te pasarías toda la vida luchando contigo misma
sin llegar a sentirte satisfecha nunca”. Por no hablar de mi trauma con los
moles, aquellos elementos físicos sobre los que mi madre tiene alguna que otra
anécdota que contar.
Siguiente escollo. 15 o 16 años.
Indecisión sobre qué hacer el resto de mi vida. Recurro de nuevo a lo que,
hasta entonces me había funcionado. Otra de mis pasiones eran el inglés y la
lectura.
Luego, la decisión obvia habría sido
estudiar filología inglesa. Y ese era el plan. Automáticamente me fui al
“bachiller de letras puras” y disfruté y sufrí a partes iguales con el latín,
el griego, la filosofía, la historia del arte o la literatura universal.
Y, sin embargo, en cuanto llegué a
ese nuevo cruce, contra todo pronóstico, el plan cambió. Y acabé estudiando
filología hispánica. Y reconozco que los primeros dos años los pasé pensando “Dios
mío, ¿qué hago yo aquí, si no quiero ser profesora?”.
Y así llegué al momento de solicitar
un Erasmus. Y mi idea fija era ir a Inglaterra (desde muy pequeña había sido
una obsesa del mundo anglosajón y no sabía ver más allá de ese “sueño” de vivir
en ese mundo). Y reconozco que aquí la decisión no la tomé yo, sino mi facultad
que, por desgracia, no ofertaba ni un solo acuerdo con mi destino soñado.
Después del drama y el consiguiente odio visceral a la Uva, acabé, por
decisiones un poco locas, en Bélgica.
Y aquí sí hubo un punto de inflexión.
Descubrí una nueva manera de ser alumna y una nueva manera de enseñar y de
aprender. Mi vida cambió y por fin entendí por qué estudiaba lo que estudiaba y
por qué algo tan difícil, complejo y, aparentemente inútil para el mundanal
pueblo, como la lingüística, me parecía apasionante. Descubrí entonces, quizá, mi vocación. Ya lo dice el refrán, mejor tarde que nunca.
Poco después de este momento de
iluminación divina (Bendito sea Chomsky), otra decisión un poco de última hora
me llevó a Salamanca a especializarme en la enseñanza de español como lengua
extranjera. De esta manera, aunaba dos de mis pasiones: viajar por el mundo y
el español como objeto de enseñanza.
Y tras tantas peripecias, decisiones,
planes y contraplanes he llegado hasta donde estoy ahora. A partir de ahora,
¿qué es lo que me toca? No lo sé, pero tengo claro que seguiré caminando por mi
laberinto llamado vida, varita en ristre con lumos activado, llegando a
puntos muertos y a senderos que se bifurcan. Y tomaré decisiones. Y acertaré o
me equivocaré. Pero seguiré caminando.
¡Que vida tan apasionante! A pesar del estrés de Londres y de que te quieras ahora trabajar en España, me parece una ciudad increíblemente bonita, ha tenido que ser super interesante
ResponderEliminarIsabel, ya eres profesora. Con tus acertadas preguntas en clase lo demuestras. También me encantó que te tocara en nuestro grupo de trabajo el día que presentasteis la clase sobre la autoestima. Nos ayudaste muchísimo en sacar lo bueno de nosotros. Enseguida ves lo que a otros nos cuesta más. No te desanimes por nada. ¿Te has pensado lo del proyecto AMITY? Estudiar en Salamanca es todo un lujo, practicar en Bruselas con los mejillones y las patatas fritas, un placer, pero conocer otro tipo de vida, ni mejor ni peor pero diferente, creo que es una oportunidad. Y más para ti, que dominas el Español.
ResponderEliminarYa me contarás.
Un abrazo y mucha suerte!!
Muchas gracias por esas palabras tan amables. Tengo la autoestima por las nubes (por lo de aceptar los cumplidos que vimos el otro día :) ) En efecto, AMITY es un proyecto de los muchos que tengo en mente. Un abrazo
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